martes, 9 de agosto de 2011

SI EN LAS CALLES HAY MUERTOS TAMBIÉN HABRÁ POESÍA

Esta reflexión la escribí a partir de un comentario que me hicieron durante la constelación acerca de que “la calle no es terreno de la poesía”. Opino lo contrario: todos los terrenos son de la poesía.


En Tijuana desde hace más de un año comenzamos con un proyecto llamado Colectivo Intransigente, el cual es un grupo multidisciplinario de creadores dedicados a realizar intervenciones artísticas como lecturas de poemas, performance, happenings, dinámicas grupales, entre otros. A lo largo de este tiempo el proyecto se ha diversificado a otras áreas como ciclos de debate, proyectos editoriales y talleres, pero fundamentalmente las intervenciones artísticas son las que más han visibilizado al colectivo.

Para llevar a cabo estas acciones, los espacios en los que hemos participado van desde cafés, preparatorias, universidades, centros culturales independientes, instituciones, festivales o encuentros, pero más que nada predominan las intervenciones en las calles, transporte público, bares, plazas, azoteas, iglesias y cualquier otro lugar donde se nos apetezca decir algo. El lugar se elije y la voluntad va. Ya no se oyen las quejas de la falta de espacios para difundir nuestra obra o compartir nuestros poemas, porque si no existe el espacio o la apertura para acceder a él, nosotros creamos otro espacio. Cualquier lugar en la ciudad puede ser una plataforma idónea para la expresión artística, en este caso poética; y al decir cualquier lugar me refiero al que nos dé la gana de elegir, ya sean monumentos, banquetas, jardineras, esquinas del semáforo, la mitad de la calle, afuera de los mercados y dentro de ellos, parques, puentes, garitas, el bordo fronterizo, etc. Todos y cada uno de estos espacios pueden ser reapropiados a través de lo artístico para subvertir su dinámica diaria y dotarlas de una atmósfera diferente. Considero que es en la calle y no solamente en los espacios cerrados el lugar que le corresponde a la expresión poética. Ante los tiempos actuales, donde decenas de miles de cuerpos han quedado tendidos a lo largo del país, hundidos en la muerte y las marcas de la atrocidad y el horror, la voluntad poética lanza una consigna de vida en respuesta a las actuales circunstancias: si hay muertos en las calles, también habrá poemas; como una reacción, sí, como un efecto consecuente sin adjetivos, un puro acto creativo que nace y se redirige a los anhelos propios, como una especie de filtro que da aliento a la existencia.

La poesía no tiene un lugar fijo para ser, y al no tenerlo, es posible evocarla en todas partes, así de sencillo. Armados con megáfono y unidos en la voluntad de acción, realizamos intervenciones en los espacios que nos plazcan, asumiendo el riesgo que esto nos ha traído (sobre todo con la policía, intolerantes y los prejuicios que nunca faltan) no sólo escribimos nuestros poemas, sino que también los leemos y decimos de memoria, están integrados a nosotros, se van desplazando las hojas que muchas veces sirven como escudos de temor. Tampoco descuidamos nuestro proceso creativo individual, cada quien en el colectivo es responsable de desarrollarlo hasta sus máximas consecuencias. Encuentro que el poema posee la libertad de reinventarse cada vez que es dicho en voz alta, afectado por las emociones presentes y el contexto; y que no solo basta escribirlo, sino que también la voz y el cuerpo son parte de él, creación-escritura-lectura-acción-reacción, son parte del proceso creativo. En este sentido, las acciones e intervenciones que hacemos son otra forma de escritura, los actos y las irrupciones también son poemas. Usan otro lenguaje que conlleva otra lectura y otra manera de percibirlos también. Esta noción es un contraste ante lo considerado inamovible, pero actualmente es preciso desafiar lo supuestamente lo arraigado. Por eso hay quienes al encontrarse ante una propuesta diferente, siempre recurrirán a los prejuicios para re-establecer sus nociones, reafirmándolas como ojos que se imponen a ver hacia atrás, pero sobre todo, asimismos.

Yo me pregunto, durante cuánto tiempo la poesía a estado circunscrita a los espacios cerrados y sepultada entre las sombras de las bibliotecas. Durante cuánto tiempo la poesía ha sido delimitada de su esencia expansiva, para encerrarla en lo institucionalmente aceptado y lo políticamente correcto, tanto en temáticas como estilos. Durante cuántas y cuántas décadas se ha detenido su fuerza creadora, que siempre busca su renovación, por quienes buscan la supervivencia de sus propias formas y fondos, aún cuando éstos hayan caído en inercias paralizantes y pantanos académicos. En la actualidad todavía, la noción general de las personas acerca de la poesía está cercada por ideas romántico-amorosas, rimas u otros prejuicios que la hacen parecer como un oficio para bohemios enajenados y fantoches, en busca de enamorar a algún incauto, o lo peor de todo, recibir migajas en aplausos que le den de beber a su lastimada falta de atención. Lo lamentable es que muchos poetas reafirman estos prejuicios, insertándose al juego de productos de consumo en esta gran sociedad del espectáculo.

Siendo consciente de lo anterior, como creador me hago la pregunta de cómo mover esas nociones y prejuicios acerca de la poesía, a fin de situarla en otro momento estético que sea distintivo de la época; un momento donde la poesía trasciende las palabras y se sitúa también en las acciones; un momento donde la poesía no sólo es la escritura sino que es todo acto creativo (pintura, escultura, danza, música, cine, fotografía etc). Esta búsqueda para transformar nociones arcaicas es una labor de la creación artística. Generar alternativas de mundo y plasmar nuevas visiones sobre la vida y la muerte contribuyen y dan constancia de una realidad ulterior que siempre está presente, aguardando a ser revelada. La poesía, como el oficio de decantar la percepción para llegar al acto creativo, es una materia imprecisa que desde luego puede ser capturada en el lenguaje escrito, y permanecer así, pero esta manera no es la única opción de capturarla, siempre habrá otros lenguajes posibles. En la intervención poética veo que se conserva ese carácter efímero y movedizo, entre ser y no ser de la poesía, por lo que también es válido, y más que eso, necesariamente implica una nueva forma de aprehender e interpretar aquello que los sentidos están experimentando, una nueva articulación de conceptos que capturen lo sensible.

La llegada de Internet y los medios electrónicos, automáticamente brindaron la posibilidad de acceder a lecturas que antes hubieran sido difíciles conseguir. Las plataformas electrónicas no sólo renovaron el interés por quienes gusta de la poesía, sino que también generaron una nueva forma de percibir a través de la pantalla. Quien ha leído libros completos en la computadora saben a lo que me refiero, porque evidentemente hay un cambio sensible entre tener un libro en las manos y leer en una pantalla, ambas maneras de lectura son únicas y válidas, pero desde un punto de vista estético, algo se transformó. Lo antes dicho lo reitero, nuevas plataformas implican nuevas lecturas, otro modo de articular un lenguaje a partir de elementos que antes no estaban ahí.

Ahora en lo que corresponde a los lugares tradicionales y apropiados para la expresión poética (cafés, centros culturales, etc.), éstos se han quedado cortos o simplemente ya no bastan. Por qué tengo que ir a un espacio privado para ver algo que es público y gratuito como una lectura de poemas. A caso ya no hay otra manera de relacionarse con la expresión artística que no sea sólo a partir del consumo económico o la dimensión del espectáculo (pienso en los festivales de arte o eventos culturales donde todo el motor es el dinero y la distracción, y también pienso en las propuestas de creadores angustiados porque no venden nada). Hemos llegado a un momento en el que resulta necesario hacer un replanteamiento radical de lo que hemos aprendido, sobre todo en cuanto lo que concebimos como artístico así como las plataformas para su expresión. Hoy considero que la expresión poética en particular debe valerse de todas las plataformas posibles que conozca o vaya conociendo, en vez de cerrarse ante ellas. Por supuesto que las formas tradicionales continuarán existiendo, las considero igual de válidas pero no equivalentes. Cada plataforma para la expresión poética implica también un nuevo sentido de lenguaje íntimamente relacionado con la percepción. Leer poesía en las calles desde luego que lo es. De lo que se trata es ejercitar lo mayor posible nuestra facultad perceptiva; aprovechar todos los medios; atrevernos a experimentar las diversas fibras de nuestra sensibilidad; arrojarnos a la experiencia; exponernos sin prejuicios ante situaciones que nos produzcan extrañeza, no cerrarnos ante lo desconocido porque desafía las estructuras propias. La calle es la nueva plataforma que elegimos para crear. La calle es la nueva hoja y el megáfono la nueva pluma. La calle es el documento en blanco y la voluntad el teclado. La calle es pura materia poética y nuestra voz el filtro que la va capturando. Pienso y siento que quienes se dedican a la creación artística tienen una vocación de aventura y exploración en esos otros mundos que habitan frente de nosotros y nos hacen sentir esa experiencia entre divina y fantasmal que provoca la poesía. Esta posibilidad es de todos y no de unos cuántos que aún tratan de volver una élite algo que es patrimonio universal. Hacen falta más creadores que conciban a la poesía como una labor multidisciplinaria y menos como un regodeo de tribulaciones autocomplacientes entre amargados, o los insoportables “poetas de vitrina” (como los llama Mavi Robles-Castillo). De nada sirven los dogmas en el arte, muchos menos los prejuicios que son el lastre de los siglos. Pienso que lo necesario hoy en día es una evolución en la creación y la expresión artística en general, que nos permita situarnos por encima de las actuales condiciones de vida, alcanzar otro momento estético tan necesario para nuestros tiempos, pero por la vía de la creación propia, no por la imposición violenta de la tortura y muerte.

Cuánto ha cambiado la sensibilidad de un país lleno de tanta sangre y egoísmo. Cuánto más puede cambiar por otras vías que no sean las atroces, quién propone más vías.

Nuestra misión no es salvar el mundo sino transformarlo en un nuevo paradigma de existencia, donde la poesía tenga que ver con expresión artística, sí, pero sobre todo y fundamentalmente, sea la vida. 


Jhonnatan Curiel