domingo, 23 de octubre de 2011

OCUPA TIJUANA: La importancia de un movimiento plural, antidogmático y autocrítico


A problemáticas actuales, soluciones actuales. La manera de proceder en este nuevo cambio social que ha iniciado requiere de una voluntad conjunta nunca antes vista en la historia de la humanidad. El accionar debe ser diferente a todo lo que se ha hecho antes. Esto no quiere decir ignorar el aprendizaje histórico que los movimientos sociales nos han brindado, sino estar conscientes que si se busca una verdadera transformación es necesario hacer un replanteamiento radical de lo que hemos aprendido. Salir de nuestras cómodas certezas para situarnos adentro del problema real. No hablar desde afuera y lanzar consignas despojadas de credibilidad por su desgaste idealista. A mis 25 años he sido testigo de las atrocidades que son capaces de hacer mis semejantes por imponer el camino que consideran correcto, tanto a nivel local como por todo el mundo. Cada día que pasa confirmo el error de suponer que sólo algunos poseen la fórmula que nos lleve a un cambio automático. Si precisamente eso es lo que nos llevó a la situación en que nos encontramos ahora. Acaso no fue un grupo con fines particulares (léase banqueros, empresarios, políticos, fanáticos) el que impuso una agenda de terror en aras de supuestamente “proteger” a la mayoría. El énfasis en la “seguridad” como una táctica de promover el miedo de manera libre y descarada. Sujeción ideológica que se encarna en autosujeción. Acaso no fue este grupo particular quien utiliza a la “justicia” y la “verdad” como eslogans mientras saquea los bienes de la mayoría, o promueve conflictos y divisiones con el único objetivo de legitimarse gracias al conflicto mismo.

La historia ha dejado constancia cómo ciertos grupos fanatizados, ya sea por dinero, ideología o partidos, son capaces de asesinar y pisotear a quien sea necesario para mantenerse en el lugar donde están, izquierda y derecha por igual. Ya sean razones políticas o religiosas su propósito siempre será mantenerse, continuar una agenda que ellos formulan y dirigen, no aceptar otras opiniones que contravengan su rumbo, más bien ignorarlas e instaurar la propia; pensamientos forjados a la lógica de patriarcados brutales, van adoctrinando a sus adeptos para luego someterlos con jergas de “bienestar”, implícitamente diciendo “yo sé lo que es mejor para ti”, “sígueme y te salvarás”, “la única opción es la que te digo”, como si no hubiera suficiente autoritarismo en nuestros tiempos, como si hiciera falta más intolerancia en un mundo fragmentado.

Sea cual sea, todo adoctrinamiento asimilado deviene fanatismo. Amputación de sentido autocrítico y facultad cambiante. Aquello que nos contradice y confronta es lo que nos transforma. No hay avance sin equivocación, pero la fantasía de los grupos particulares son los discursos hipercoherentes que detienen lo que supuestamente deberían liberar. En qué sentido lo detienen, porque lo constriñen a estatutos morales inflexibles. En qué sentido lo liberarían, forjando una ética del individuo antes que un rumbo ideológico-moral. El estigma social se vuelve el yugo de no actuar como los demás, pero lo peor es eso precisamente, tener que actuar como los demás, pensar como los demás, vivir como los demás, aunque pasen frente a ti las contradicciones evidentes del propio sistema, y aunque te fuerces a creer que ese rumbo es el único, la experiencia por una extraña razón siempre dirá lo contrario. Y es la historia de nunca acabar, revoluciones armadas que luego devienen dictaduras, democracias que se van pervirtiendo hasta que revientan por la corrupción, mesianismos grotescos. Bajo estas formas de gobierno somos testigos de abusos amparados por la ley, crímenes impunes, atropellamientos a derechos humanos, robos masivos, medios de comunicación manipulados, políticas en contra de la mayoría para legitimar al Estado, asesinatos, secuestros, desapariciones, encarcelamientos, vejaciones, todo en aras de proseguir un ideal impuesto.

Los ejemplos anteriores son tan solo algunos de los efectos de una enfermedad de raíz. Algunos hablan de que el problema principal es el sistema económico capitalista y cómo ha infectado las relaciones sociales segmentándolas y promoviendo conflictos a su justa conveniencia. En gran parte tienen razón, el dinero tal cual es una ilusión que tiene sometida la voluntad de muchos y celebrada por muy pocos. La costumbre, beneficios y comodidades del sistema son una coartada que  mantiene la abulia y generaliza la apatía. Pero no creo que sea solo el sistema económico financiero, el dinero no está vivo por si solo si no que es manipulado por alguien, su uso conviene  incluso a gobiernos “revolucionarios”, por más que se opongan al sistema capitalista se integran a su maquinaria lo quieran o no. 

Por eso no creo que el problema central sea únicamente el capital financiero sino la dinámica social a la que orilla. No es tanto el capitalismo financiero como un espectro autónomo, sino el capitalismo como ideología entremezclada en las relaciones sociales. El egoísmo que promueve el capitalismo ha sido asimilado también por grupos reaccionarios que se dicen anticapitalistas pero mantienen la misma intolerancia e inflexibilidad como si se tratara de una transnacional aferrada en imponer el beneficio de su producto en determinado lugar. Estarán en contra de la publicidad pero como les encanta la propaganda populista encarnada en discursos heroicos y fantasiosos. Su proyecto emancipador enmascara un autoritarismo implícito heredero de una lógica patriarcal. Estas son algunas de las razones por las que considero prudente mantener una distancia crítica ante este tipo de modos de pensar tan herméticos. Pueden saber a detalle las características del problema pero se imponen una autoceguera acrítica que los lleva a su propio autosabotaje. Su alejamiento de la realidad es por romanticismo o ingenuidad práctica, y eso, creo yo, es lo que ha frenado la viabilidad de sus propuestas. Hay personas que comparten este modo de pensar, algunas de ellas son altamente críticas pero poco inteligentes. A pesar de esto, es imposible negar que hay sus justas excepciones.

Aún hay personas que a pesar de que sus convicciones políticas están fijas, son capaces de aceptar que la transformación se dará en un contexto plural donde se reúnan causas antes que dividirse de manera tajante. Para mi no es posible la eliminación total del conflicto entre una causa que difiere de otra, pero sí creo en la capacidad de establecer un diálogo que beneficie las condiciones de la mayoría, al margen de caprichos ideológicos. Pongo un ejemplo, la poderosa unión de mujeres musulmanas, evangélicas y católicas en el país africano de Liberia a pesar de tener sus creencias religiosas opuestas. Y cómo esto influyó para lograr una democracia luego de un conflicto armado que pervivió durante años. Esta unión que menciono es tan solo un ejemplo y fue tan importante su movimiento que logró el primer gobierno liderado por una mujer en el continente africano. Desde luego no fue nada sencillo, pero luego de años de lucha los mayores avances se lograron por la vía pacífica. A este nivel de acuerdo es al que tenemos que llegar para sentar bases en común y superar nuestras diferencias. Quién está dispuesto a establecer un diálogo así. Quién tiene la capacidad de llegar a acuerdos en base a un respeto recíproco por las creencias del otro. Por qué el esfuerzo intelectual es tan facilista que solo puede enfatizar la diferencia y no los puntos de intersección.

No hacen falta más adoctrinadores ni charlatanes dogmáticos. Toda revolución primero comienza en las ideas, pero no es solo en el discurso intelectual ni en los juicios iluminados lo que acciona, si no que es la puesta en práctica de las ideas mismas conforme a una ética de vida, no líquida pero sí flexible, transformable, jamás inmutable. Una nueva ética, entiéndase éste último término en su concepción más amplia, sin pasarla por el filtro moral de lo que nos favorece solo a nosotros y excluye a quienes nos rodean. Individualidad, antes que individualismo, cuánta diferencia hay entre ambas palabras a pesar de que se asemejan y no falta quien las confunda. Nunca estaré en contra de los ejes que promueven luchas revolucionarias porque comparto objetivos comunes pero no la vía o el método para llevarlos a cabo. De nada sirve una revolución armada que solo instaure un nuevo poder fáctico que repita aquello que llegó a condenar. Intercambiar gobiernos a la fuerza mantiene las mismas relaciones de poder y sometimiento. Si el cambio no viene de fondo es solo una simulación bien fabricada, tal y como lo vemos ahora en México en su nivel más despreciable.

Estamos en una encrucijada histórica. La precipitación de las circunstancias anuncia el quebrantamiento de sistemas que antes se consideraron inamovibles pero hoy se vienen abajo. Hacen falta más ideas para precipitar estos sistemas aún más, hacen falta más voluntades dispuestas a establecer relaciones sociales poco conocidas. Solo los espíritus libres lograrán superar el dogma de sus ideologías para intervenir de lleno una lógica financiera perversa, instaurada también en el pensar y actuar mismo. Solo los espíritus libres se despojarán de egoísmos para construir el nuevo mundo que ya ha iniciado, y del cual apenas vemos sus atisbos. Solo los espíritus libres serán los verdaderos agentes de cambio que al distinguir sus diferencias y reconocer sus puntos en común, presidirán esta nueva época que se ve en el horizonte.




Con respeto y admiración para tod@s l@s compañer@s de Ocupa Tijuana y tod@s l@s indignad@s en diferentes países . Ánimo y a seguir adelante.